Rostros y ruidos del Primero de Mayo en París

05.05.2018

Desde que llegué a París hace casi un mes, escucho pasar día y noche ambulancias, motos y carros de la policía y esa angustiosa sirena que antes seducía y ahora espanta. 

Muchos dicen que son por los atentados y otros, por las manifestaciones en universidades y estaciones de metro, y aunque trato de revisar continuamente las noticias, a veces pareciera que aquí no pasara nada. Pero pasa mucho.

Si estoy en la calle y escucho ese iu, iu, iu, sigo a las patrullas para ver si doy con lo que o la que los trasnocha, pero mis pies no dan a basto. No había logrado nada con el seguimiento hasta que hace dos semanas me di cuenta de que se cumplían cincuenta años de Mayo del 68 y me enteré del lugar en el que los encontraría sin falta: la plaza de la Bastilla donde manifestantes se reunirían para marchar. Pasé semanas leyendo y viendo cuanto material encontraba y llegado el día, madrugué y fui con mi cámara y una grabadora de voz. 

A pocas cuadras de donde vivo encontré vidrios rotos de bancos y empresas multinacionales, y más adelante, cerca de la estación de Austerlitz, aparecieron las primeras huellas de des-orden público: retenes en los que revisaban los bolsos de los transeúntes con un gentil "Bonjour" mientras sus ojos medían minuciosamente el tamaño del bolso y la filiación política del caminante. Cuando me dejaron ir, sentí el ronroneo nervioso de camiones antidisturbios y patrullas que hacían un cerco que indicaba que no estaba lejos de la concentración. Crucé el puente y bastó girar a la izquierda para encontrarme en la calle Rapée con una muchedumbre.

Manifestantes, gremios sindicales, colectivos de derechos humanos e inmigrantes se reunían detrás de pancartas y banderas según sus afinidades, otros simplemente veíamos con excitación la cantidad de personas que estaban llegando, los medios dijeron que éramos 20.000 solamente en París. Batucadas, orquestas, tambores y megáfonos componían la polifonía de la tarde, puro punk sonoro. 

Entre mi francés chapuceado y la multiplicidad de lenguas y culturas presentes como el árabe y algunos dialectos africanos, entendía que no importaba si eras gay, funcionario público, jubilado, trabajador de metro, mujer o inmigrante, a todos los unía el repudio al conjunto de reformas que su presidente caribonito había estado implementando en el último año.

Pero ¿de qué se tratan las MacReformas? (Mientras lee, lo invito a escuchar este paisaje sonoro de la marcha que aunque está editado para ahorrarle cinco horas de su vida, seguro lo harán viajar hasta esta jornada de protestas y por qué no, recordar sus tiempos como manifestante o espectador)

  • Ley "Orientación y éxito estudiantil" (ORE) también conocida como Parcoursup

Esta busca establecer un algoritmo que identifica la orientación de los estudiantes de acuerdo a su bachillerato, hoja de vida o su carta de motivación para recibir cupos en las universidades del país. Para muchos estudiantes y profesores significa el fin de los principios de igualdad que antes regían el acceso a la academia por cualquier joven francés. 

  • Ley CSG para los pensionados

Esta medida busca aliviar el bolsillo de los asalariados a través del aumento del 1.7% de impuestos a los jubilados que cobren más de 1.280 euros mensuales.

  • Reformas en La Sociedad Nacional de Ferrocarriles (SNCF)

El plan contempla eliminar las ventajas laborales de los empleados ferroviarios para los nuevos funcionarios como la reducción de los derechos de seguridad social, recorte al sistema de pensiones, la eliminación de bonos y la privatización del sistema nacional de trenes. 

  • Reformas en el sector público

Propone la reducción del presupuesto y de personal para el sector público en el que se fortalece la independencia de las empresas en el despido a su empleados y no se garantiza la creación de empleos.

  • Ley de inmigración

Esta ley reduce los tiempos de los inmigrantes para presentar la petición de asilo y de instrucción y recurso. Esta ley también aumenta el tiempo de detención en 90 días para las personas en situación de ilegalidad y convierte en delito el cruce ilegal de fronteras con cárcel por un año además de las multas.

  • Reformas en las Instalaciones de alojamiento para ancianos dependientes (Ehpad)

Hay una reducción en los trabajadores que se ocupan de las personas de la tercera edad y aunque el ministerio promete una inyección de cincuenta millones de euros, los funcionarios, médicos y enfermeros consideran que no es suficiente y temen un recorte de empleos.

Después de que los colectivos, gremios, sindicatos y organizaciones comenzaron a marchar, se escuchó una explosión a lo lejos, y al fin pude anticipar a la policía: los 'black blocs', una suerte de encapuchados franceses, habían incendiado un McDonalds. Su origen proviene de los schwarze block que se enfrentaban con la policía de Berlín del Oeste en los años ochenta. Desde entonces, miles de manifestantes en todo el mundo se visten de negro y participan en acciones anarquistas en las que la identidad muere y las empresas y multinacionales son el principal objetivo de ataque. 

Corrí hasta el lugar y los encontré celebrando con gritos, pero a medida que el fuego iba alcanzando mayor altura, los enmascarados le pidieron a los habitantes del edificio que bajaran porque había peligro de explosión. Minutos de espera inútiles pues los residentes cerraron sus ventanas y los ignoraron mientras las llamas crecían. Un hombre que había estado tomando fotos con su celular, entró al local y apagó el incendio con un extintor. Los testigos y muchos 'black blocs' aplaudieron, una cosa es la protesta y otra, la catástrofe. 

Medio minuto después, rompieron un local de ortodoncia y partieron un muro con una pica de escalar, ¡paf! ¡paf! tronaba el concreto y mientras trataba de sincronizar ese sonido con el obturador de mi cámara, un encapuchado cogió el lente y tiró de él: "Pas de photos". No tengo que ser trilingüe para saber que él no quería que tomara fotos, así como me encantaría que él no le pateara el culo a los periodistas como estaban haciendo algunos al ver que nos acercábamos mucho, pero así están las cosas: no nos metemos en su desorden, no se metan en el nuestro.

Muchos 'black blocs' hicieron una formación a todo lo ancho del bulevar Richard Lenoir con pancartas negras que decían cosas como "Marx attak", mientras algunos conseguían trozos de cemento, rompían vidrios y rayaban paredes con aerosoles en una coreografía casi perfecta de no ser porque sonó una explosión que nos alertó a todos. 

Un carro y una moto se estaban consumiendo en llamas y el humo negro se engullía la fachada del edificio; periodistas y aficionados se acercaron para tomar fotos hasta que uno nos advirtió sobre la posibilidad de que hubiera una explosión más grande ya que el fuego estaba llegando a los tanques. Como ganado en un corral, corrimos en círculos y entre el morbo y la adrenalina tan solo nos alejamos unos cuantos metros, nos gustaba ver el mundo arder.

En ese preciso momento, la policía llegó, no sin antes saludarnos con una lluvia de gases lacrimógenos que en segundos puso a berrear a los más valientes. La columna de manifestantes se dispersó y todos corrimos entre el humo gris de los gases y el humo negro de los cadáveres de metal. Periodistas, fotógrafos y chismosos se lavaban la cara con botellas de agua y al ver eso recordé algo que había aprendido en las marchas de mi país: no toques tu cara, no la laves; fuma y echa ese vaho en tus ojos, o en su defecto lávate con vinagre, pero no conozco a nadie que ande con un frasco a la mano. 

Saqué una cajetilla y comencé a prender uno tras otro persiguiendo a los que veía peor. Había un señor con unas gafas de piscina que había decidido rellenar con agua para mantener su vista fresca, el problema es que no veía un culo. Me acerqué a su enormidad y le expliqué que no hiciera eso, el hombre se quitó las gafas, el agua se regó en el pavimento y comencé a exhalar todo el humo que podía en su cara regordeta que poco a poco se fue calmando, al final me pidió el cigarrillo, fumó en sus lentes hasta que los llenó de Lucky y se apresuró a ponérselos. Parecía como si sus ojos se estuvieran quemando. Lo dejé allí y seguí bautizando incautos con nicotina del imperio.

Encapuchados rompieron puertas de edificios y lograron perder a la ley caminando en los techos mientras nosotros veíamos como camiones, ambulancias y bomberos ocupaban posiciones estratégicas para tratar de controlarlos: al fuego y a ellos. Fueron segundos preciosos en los que no sé sabía qué putas estaba pasando pero que aún así eran cruciales porque podría terminar en medio del gas de los agentes de la ley y la piedra de los agentes del desorden. Yo me tapaba la cabeza con una mano y tomaba fotos con la otra.

Cuando encontré la columna de manifestantes original, la de colectivos feministas, de inmigrantes y sindicatos, todos tenían bufandas, sacos y chaquetas en la boca tratando de mitigar la molestia del gas que los había alcanzado pero aún así seguían marchando, con los ojos flotando en lágrimas y su voz quebrada, pero poderosa. 

Explosiones se escuchaban a lo lejos y en un último intento por sacar una foto decente, volví a buscar el combate como mula al matadero. No fue difícil, me guié por el sonido y al llegar ya estaban dispersos otra vez: rocas, humo y llanto a donde mirara, así que con cigarrillo en mano, le fumé a cuanta persona encontré en el camino y luego busqué un baño. Los reporteros también orinamos. 


Cuadras más adelante, en la calle Lyon, cafés, restaurantes y bares estaban abiertos para saciar la sed y el hambre de los parisinos a los que este día les pasaba inadvertido: familias y amigos brindaban y comían mientras veían pasar patrullas a toda velocidad, cosa nada rara en la ciudad en estos días. Los transeúntes miraban de reojo, giraban un poco la cabeza y luego volvían a su mundo. 

Yo los veía tomar cerveza y me di cuenta de que quería un sorbo pero decidí seguir para ver en qué acababa el convite. Minutos después vi pasar cuatro camiones de la policía y en el último, había dos 'black blocs' sentados en la parte trasera de uno de estos autos alzando los brazos en símbolo de victoria. Todo el mundo aplaudió y vitoreó y hasta yo me emocioné, tanto así que no me acordé de la cámara hasta que vi a otro reportero tomando la foto más increíble de la jornada. Lindo, Andrea ¡qué derroche de profesionalismo!

Y así, frustrada y cansada, decidí volver a casa para cocinar porque no había comido nada desde la mañana. Me reproché mil veces el no haber tomado la pinche foto, pero también me di cuenta que hay días en los que mi lado humano le da en la jeta a mi yo periodista, y hay imágenes que quedan en la memoria y está bien. El hecho de que no salga publicada acá no quiere decir que no ocurrió.

Esto no fue un segundo 'Mayo del 68'. y probablemente nada vaya a cambiar aunque los parisinos convoquen a marchas cada tres días, lo que sí es cierto es que no importa a qué sector pertenezcan, hay mucha unidad entre los franceses (tanto los legales como los ilegales) que no están dispuestos a ceder un centímetro en sus demandas y los siete meses de resistencia que llevan a cuestas son solo una muestra de que por más publicidad que Macron haga en el exterior, en casa lo esperan con juete en mano (es increíble que la RAE no haya agregado esta palabra pero sí murciégalo).

Texto, foto y audio por Andrea Melo Tobón.

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